Diario de campaña 3: La tumba en la cueva

5 de Thaumont del año 1000

Kälän Dräkäs, Sergei Sergeiescu y Andrei Putov están en una situación desesperada. Los tres están encadenados entre si y además, Andrei y Sergei tienen sus propias manos también encadenadas. No tienen armas, ni armaduras, ni equipo alguno. Se encuentran en la entrada de una cueva amenazados por, al menos, un hombre lobo y un lobo. Afortunadamente, el licántropo no puede alcanzarles ya que la entrada a la cueva está cubierta de acónito, una hierba que repele a los hombres lobo. Es su única suerte. El grupo recoge un buen montón de acónito para llevar consigo encima.

Al no tener ninguna opción mejor, el grupo decide entrar en la cueva, con la esperanza de encontrar una salida posterior. Nada más entrar, un grupo de escarabajos de fuego les ataca. Sin armas, solo pueden luchar con sus cadenas o sus piernas. Por suerte, Andrei Putov es el guerrero más fuerte del ducado, y mata a la mayoría de ellos a patadas, con la ayuda de sus dos compañeros. Los escarabajos de fuego tienen unas glándulas que brillan, incluso después de muertas; a veces, durante días. Los aventureros arrancan las glándulas de los dorsos de los gigantescos insectos y consiguen iluminación para poder adentrarse más en la cueva.

Tras avanzar unos metros, en una zona amplia de la cueva, se encuentran con una visión horrenda: varios esqueletos con cota de mallas y escudo, armados con espadas medio oxidadas, están en pie, y tras ver al grupo, avanzan hacia ellos con las espadas en alto. De nuevo, Kälän, Sergei y Andrei deben luchar sólo con sus piernas y sus cadenas. Heroicamente, logran derrotar a los esqueletos, aunque no sin llevarse algún que otro tajo. Ahora tienen espadas, escudos y armaduras, pero no pueden ponerse éstas últimas porque sus cadenas se lo impiden. Así que se las ponen al hombro y siguen avanzando.

Tras unos minutos, descubren el horror: una especie de mucosidad gigantesca, con un color entre ocre y gris, se mueve lentamente despidiendo una especie de ácido mortal. La monstruosidad es lenta y el grupo podría dejarla atrás fácilmente, pero una idea pasa por su mente: quizás ese ácido que despide la criatura podría disolver las cadenas que les aprisionan. Así, con toda su fe puesta en que el plan funcione, arremeten contra la criatura e intentan poner en contacto las cadenas contra la piel del monstruo, sin exponerse ellos mismos. El plan funciona. Tras una diestra jugada, Andrei logra quemar una de las dos cadenas que le aprisionan, así que siguen esquivando a la mucosidad a la vez que disuelven el metal de sus cadenas.

Pero un mal movimiento de Sergei Sergeiescu le cuesta muy caro. Sergei no logra coordinar bien sus movimientos y la gelatina mortal del monstruo le envuelve parcialmente. Instantaneamente, la propia piel de Sergei comienza a soltar un olor repulsivo al ser quemada. Piel y carne se funden, dejando huesos al descubierto. Sergei grita horriblemente antes de caer derribado. Sus compañeros mantienen la sangre fria y acaban de soltar sus cadenas. Dan un par de saltos hacia atrás y se ponen a una distancia segura del horror. Ahora se dan cuenta: Sergei Sergeiescu está muerto.

Sergei Sergeiescu, clérigo de Halav


Kälän Dräkäs y Andrei Putov están ahora libres. Retroceden unos pasos y cogen piedras, que lanzan contra el monstruo hasta destrozarlo. Después se ponen las armaduras que consiguieron de los esqueletos. Tienen además un escudo y una espada cada uno. Deciden seguir explorando las cuevas. El ambiente es lúgubre, silencioso y atemorizante, más aún por la escasa luz de la que disponen. Las glándulas de los escarabajos muertos apenas alumbran unos metros. Sin embargo, esto no amedranta a nuestros héroes, que siguen avanzando, atentos a cualquier ruido extraño.

Al rato, se encuentran con más esqueletos. Esta vez, el combate es resuelto con mayor facilidad gracias a la protección que les brinda la cota de mallas y sus espadas. Kälän y Andrei salen victoriosos con apenas un par de rasguños. Han avanzado bastante en las cuevas pero atrás han dejado un tunel sin explorar, así que vuelven atrás para tener la seguridad de que "limpian" toda la cueva.

Nada más avanzar unos metros, aparece otra mucosidad como la que mató a Sergei Sergeiescu. Esta vez no tienen necesidad de acercarse a ella y deciden acabar con la criatura a pedradas. manteniendose a una distancia segura. Apenas les lleva unos minutos acabar con el monstruo.

Siguen moviéndose por el tunel y tras girar un par de curvas, se encuentran con una nueva zona abierta. Allí ven a un par de esqueletos moverse. El guerrero y el ladrón avanzan para atacar. Ganan el combate con facilidad. Kälän y Andrei comienzan a estar cansados, hambrientos y sedientos, pero deben seguir avanzando. Se encuentran con dos esqueletos más, que abaten sin problemas. Y finalmente escuchan un sonido de agua fluyendo. Se acercan al sonido y descubren un rio subterraneo. Allí, lavan sus heridas y descansan unas horas.


6 de Thaumont del año 1000

Al rato, el sonido de cota de mallas les despierta: dos esqueletos más se acercan para matarles. Se despiertan y rápidamente toman sus espadas. Los dos esqueletos son derrotados en breve tiempo. Kälän y Andrei intentan seguir durmiendo, pero no lo consiguen, ya que más esqueletos se acercan. Deciden que no pueden quedarse aquí y, tras acabar con los recien llegados esqueletos, siguen avanzando. Ambos aventureros están agotados, pero muy especialmente Kälän Dräkäs, quien apenas probó bocado en estos tres días de viaje. Sin embargo, siguen adelante.

Finalmente, llegan a la última zona de la cueva por explorar. Es una sala enorme y oscura. Los dos aventureros avanzan, temerosos de un nuevo y final ataque de esqueletos. En efecto, de entre las sombras salen ocho esqueletos, armados como todos los anteriores, que se disponen a defenestrar a Kälän y Andrei. Los esqueletos toman por sorpresa al guerrero Andrei y le rodean completamente. Kälän Dräkäs es más rápido y logra apartarse hasta el tunel de entrada a la cueva. Mientrás Andrei intenta defenderse como puede, Kälän lanza piedras a los esqueletos. Sin embargo, esta idea no parece resultar muy efectiva, ya que Andrei está siendo atacado por todas partes: los ocho esqueletos le rodean y no puede parar todos los golpes. Kälän Dräkäs no es ningún héroe, ni nunca lo ha sido. De hecho, pertenecía a la organización más malvada de todo el ducado: el Anillo de Hierro. Sin embargo, Kälän Dräkäs toma una resolución: decide coger su espada y lanzarse al combate, pase lo que pase. O mueren los dos o no muere ninguno. El cambio de estrategia parece dar resultado: poco a poco, los esqueletos comienzan a caer derrotados al suelo. El combate se alarga unos minutos y Kälän y Andrei reciben heridas, pero finalmente, se hacen con la victoria.

Tras caer el último oponente, siguen explorando la enorme sala, por si hubiera más esqueletos. Pero lo único que encuentran es un sarcófago. Están temerosos de él, recordando el Wight que se encontraron días atrás, pero deciden abrirlo. En el sarcófago, ven el esqueleto de un guerrero muerto hace ya muchos años. Sin embargo, el esqueleto no se mueve ni les ataca; está muerto y bién muerto. Kälän Dräkäs no es mago y si sabe algo de magia, es por una temporada que pasó estudiando con un alquimista, lo suficiente como para reconocer un arma mágica allá donde la vea. Así que observa como el guerrero muerto porta encima una armadura de cuero que Kälän reconoce como mágica, así como un escudo y una espada de una mano también mágicos. Sin embargo, no reconoce ni las runas ni el tipo de hechizo que recubren la espada. Eso supera sus conocimientos. El cadaver tiene también dos dagas de plata, un arco largo y veinte flechas con punta de plata, que constituyen un pequeño tesoro en sí mismas.

Se reparten las armas y así, Andrei se llevó la espada y el escudo, mientras que Kälän se lleva la armadura de cuero mágica y las flechas de plata. Andrei está curioso por saber qué conjuro se esconde tras su espada. Tras el reparto, y después de haber descubierto que no existe ninguna salida trasera (solamente el rio subterraneo), deciden salir afuera. Quizás con sus nuevas armas puedan derrotar a los hombres lobo, si es que aún están esperándoles en la entrada de la cueva.


Continuar con Diario de campaña 4: Viaje hasta Kelvin

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